viernes, 27 de marzo de 2020

Discurso de la presidenta Ursula von der Leyen en la sesión plenaria del Parlamento Europeo sobre la respuesta coordinada europea al brote de la COVID-19

Bruselas, 26 de marzo de 2020
 
Excelentísimo señor Presidente:
Señorías:
En primer lugar quiero dar las gracias a todos quienes han hecho posible la celebración de esta sesión extraordinaria en estas circunstancias no menos extraordinarias. Resulta difícil concebir hasta qué punto y de qué manera ha cambiado el mundo desde nuestro último encuentro. En un instante, un virus surgido en el otro extremo del planeta se ha transformado en una pandemia letal con consecuencias trágicas también aquí, en Europa.
De un día a otro han cambiado nuestros modos de vida. Nuestras calles han quedado desiertas. Nuestras puertas se han cerrado. Y hemos pasado de la rutina cotidiana al combate de nuestra vida. En este tiempo hemos sido testigos de la fragilidad de la vida. Y hemos asistido, en el corazón de Europa, a una tragedia de dimensiones inimaginables hace apenas unas semanas. Mi más profundo sentir está con todas las víctimas y todos sus allegados. Y mis pensamientos y mis mejores deseos se dirigen a quienes están luchando por sus vidas en este mismo momento, o a quienes están enfermos en sus hogares. No estáis solos.
Pero por duro que golpee el virus, su fortaleza no es mayor que la de la ciudadanía europea. Quisiera rendir homenaje a las mujeres y a los hombres implicados en esta lucha. Pienso en el personal de enfermería, los médicos y los asistentes sanitarios, en Italia y en toda Europa, que se han lanzado al combate sin la más mínima vacilación. Héroes que no escatiman ningún esfuerzo, día tras día, para salvar a nuestros padres y abuelos, a nuestros amigos y compañeros, a propios y extraños. Europa tiene con todos ustedes una deuda de gratitud. Pienso en los reponedores y en los recogedores de basuras. En el personal funerario y en los asistentes escolares. En los transportistas y en el personal de limpieza. En los obreros y en quienes trabajan en las panaderías. En todos aquellos que contribuyen a que nuestro mundo siga girando. Europa tiene con todos ustedes una deuda de gratitud.
Pero si algo hace única a esta lucha es que cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar. Cada uno de nosotros puede ayudar a pagar esa deuda. Manteniendo la distancia de separación, podemos frenar la propagación del virus. Las cifras de los últimos días muestran que es posible invertir la tendencia, pero solo si cada uno de nosotros hace lo que le corresponde. Sí, es doloroso mantenernos alejados de nuestros familiares, especialmente cuando nos preocupa su salud física y mental. Es doloroso que algunos deban permanecer en un hogar que no es para ellos un lugar grato o un lugar seguro. Es doloroso que algunos hayan tenido que postergar planes o vean peligrar objetivos por los que habían trabajado duro. Por eso estoy convencida de que,pese a que estemos guardando una distancia mayor de la habitual entre nosotros, también hemos de colaborar más estrechamente que nunca.
Debemos velar los unos por los otros y apoyarnos mutuamente en este trance. Porque, si hay algo más contagioso que este virus es el amor y la compasión. Y frente a la adversidad, el pueblo europeo está mostrando cuán fuertes pueden ser. Los pequeños gestos de bondad, compasión y solidaridad están ayudando a difundir la esperanza por toda Europa. De las labores de voluntariado a las canciones entonadas en los balcones. Del envío de postales a quienes están solos a la realización de compras para los más mayores. De los hoteles que ofrecen habitaciones a los restaurantes que donan alimentos. De los perfumistas de lujo y los fabricantes de vodka que ahora producen gel desinfectante a los fabricantes de automóviles y las casas de moda que ahora producen máscaras de protección. Este es el ejemplo que debe seguir la Unión Europea. Aportando cada uno de nosotros nuestro granito de arena, lograremos ayudarnos mucho mutuamente.
Y nuestro papel como instituciones europeas y responsables políticos y líderes de Europa es demostrar esa misma confianza, esa misma unidad y ese mismo liderazgo. Todos nosotros compartimos esta responsabilidad. Ninguno de nosotros puede obrar por su cuenta y, desde luego, ningún Estado miembro puede hacer frente a esta crisis en solitario. Porque en esta crisis, y en general en nuestra Unión, solo ayudándonos mutuamente nos ayudaremos a nosotros mismos.
No obstante, parte de lo acontecido las últimas semanas resulta doloroso de relatar. Cuando Europa realmente necesitaba apoyo mutuo, hubo demasiados que solo miraron por su propio interés en un primer momento. Cuando Europa realmente necesitaba un afán de «todos para uno», hubo demasiados que optaron por responder «todo para mí» en un primer momento. Y cuando Europa realmente necesitaba demostrar que nuestra Unión no es solo «para cuando brilla el sol», demasiados se negaron a compartir su paraguas en un primer momento. Pero no hubo que esperar mucho antes de que algunos sintieran las consecuencias de sus propias actuaciones descoordinadas. Por eso en las últimas semanas hemos tomado medidas excepcionales y extraordinarias para coordinar y hacer posible la actuación necesaria.
Desde entonces la situación ha ido mejorando y los Estados miembros están empezando a ayudarse mutuamente y, por ende, a ayudarse a sí mismos. Ahora Europa está intensificando realmente su actuación. Pero la ciudadanía europea está pendiente de los pasos que se van a dar a continuación. Y todos sabemos lo que está en juego. Lo que hagamos ahora importa, a día de hoy y de cara al futuro.
Señorías:
El brote de coronavirus es, ante todo, una emergencia de salud pública. Y nada nos detendrá en nuestro afán por salvar vidas. Para ello, tenemos la suerte de contar con los mejores profesionales sanitarios del mundo. En Milán y en Madrid y en muchas otras localidades están obrando milagros todos los días. Pero como hemos visto, tanto allí como en otros lugares la magnitud del brote está poniendo a prueba sus capacidades hasta el extremo. Necesitan con urgencia los equipos adecuados, los necesitan en las cantidades adecuadas y los necesitan ahora mismo. Pero, en vez de eso, hemos asistido al bloqueo de remesas cruciales atascadas durante días en algunos puntos o en las fronteras.
Por eso hemos tenido que asumir nuestra responsabilidad y hacer todo lo posible para poner fin a esos bloqueos. Por eso estamos constituyendo la primera reserva de emergencia europea de equipos médicos, como respiradores, máscaras de protección y material de laboratorio. La Comisión financiará el 90 % de esta reserva de emergencia a través de RescEU.
Por eso hemos tomado medidas de calado para proteger la disponibilidad de suministros esenciales de equipos, como máscaras de protección y ropa de protección, sometiéndolos a una autorización de exportación. Por eso hemos puesto en marcha varios procedimientos de adquisición conjunta con los Estados miembros para kits de diagnóstico, respiradores y equipos de protección. Se han sumado veinticinco Estados miembros.
Desde el martes, sabemos que los productores pueden atender sus pedidos de máscaras de protección, guantes, gafas protectoras y pantallas faciales. Está previsto que las primeras entregas comiencen en las próximas semanas. Y, teniendo en cuenta que ante una pandemia el conocimiento salva vidas, hemos establecido un equipo europeo de expertos científicos para que nos ayude a tomar medidas coordinadas que todos podamos seguir. Estoy dirigiendo personalmente sus reuniones dos veces por semana, lo que no ha hecho más que afianzar mi convicción de que necesitamos recurrir a todo lo que nos hace fuertes para superar juntos esta situación y más adelante poder levantarnos de nuevo.
Y para ello nuestro activo más sólido es nuestro singular mercado único. Una respuesta europea eficaz solo puede coordinarse si nuestro mercado interior y nuestras fronteras funcionan como es debido. Una crisis sin fronteras no puede resolverse erigiendo barreras entre nosotros. Sin embargo, ese fue exactamente el primer reflejo de muchos países europeos. No tiene ningún sentido. Y además contraviene la esencia de nuestro espíritu europeo. Porque no hay ni un solo Estado miembro que pueda satisfacer sus propias necesidades cuando se trata de suministros y equipos médicos vitales. Ni uno solo.
Así pues, la libre circulación de bienes y servicios es nuestro activo más sólido —y, siendo sinceros, el único— para asegurar que los suministros puedan llegar allí donde son más necesarios. No tiene sentido que algunos países decidieran unilateralmente paralizar las exportaciones a otros países dentro del mercado interior. Por eso intervino la Comisión cuando algunos países bloquearon las exportaciones de equipos de protección a Italia. Por eso hemos emitido unas directrices sobre medidas fronterizas para proteger la salud y mantener la disponibilidad de bienes y de servicios esenciales. Por esto estamos pidiendo «carriles verdes» prioritarios para el transporte de mercancías esenciales.
Esos corredores asegurarán que atravesar la frontera no lleve más de quince minutos. Y contribuirán a garantizar que los bienes y suministros puedan llegar allí donde se necesiten y a que todos podamos evitar las situaciones de escasez. Me duele que hayamos tenido que hacerlo, pero nuestro enfoque coordinado está aportando sus frutos. El mercado interior ya está funcionando mejor. Y todos nos alegramos cuando oímos que hay hospitales de Sajonia que han acogido a pacientes de Lombardía, mientras otros pacientes de la región francesa del Gran Este están siendo atendidos en el Gran Ducado de Luxemburgo. Dos ejemplos que demuestran que solo ayudándonos mutuamente podemos ayudarnos de verdad a nosotros mismos.
Señorías:
El abanico de medidas que hemos adoptado pone de manifiesto que nos encontramos en una situación sin precedentes. Ahora bien, como he señalado antes, los ciudadanos europeos están pendientes de lo que va a pasar a continuación. Por supuesto, esperan que hagamos todo lo que esté en nuestra mano para salvar el mayor número de vidas posible, pero también están pensando en el día después. Están pensando a qué puesto de trabajo volverán, qué ocurrirá con su empresa o con su empleador, con sus ahorros o con su hipoteca. Estarán preocupados por sus padres, por sus vecinos y por la comunidad en la que viven. Sabrán que sus gobiernos tuvieron que tomar decisiones difíciles para salvar vidas.
Ahora bien, también recordarán quién estuvo ahí para ayudarles y quién no. Recordarán a quienes hicieron algo y a quienes no hicieron nada. Y recordarán las decisiones que tomemos hoy y las que no tomemos. El hecho es que dentro de no mucho tiempo llegará el día después. Y nuestra labor es garantizar que ese día, y todos los días sucesivos, la UE esté a disposición de los que la necesiten. Lo que estamos haciendo ahora realmente sí importa.
Por eso hemos lanzado la Iniciativa de Inversión en Respuesta al Coronavirus para facilitar la asignación de 37 000 millones EUR a mitigar las repercusiones de la crisis y a salvar vidas, puestos de trabajo y empresas. Por eso hemos adoptado las normas temporales sobre ayudas estatales más flexibles que se hayan conocido, para que los Estados miembros puedan ofrecer un salvavidas a las empresas. Los primeros expedientes han sido aprobados en un tiempo récord, en cuestión de horas.
Por eso hemos activado por primera vez en nuestra historia la cláusula general de salvaguardia del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Esto significa que los Estados miembros pueden usar toda su capacidad para respaldar a quienes trabajan y a quienes no trabajan, para apoyar a las empresas, grandes y pequeñas, y para ayudar a los ciudadanos en estos momentos difíciles, sean quienes sean, vengan de donde vengan.
Señorías:
Esta es la Europa que debería recordar la gente el día después. Una Europa que trabaja contra reloj cuando parece que el mundo entero se ha detenido. Una Europa que está a disposición de sus ciudadanos y sus Estados miembros cuando más lo necesitan. Una Europa que antepone la empatía y la compasión a todo lo demás.
Una Europa que en momentos de necesidad es al mismo tiempo resistente y altruista. Esta es la Europa que anhelo. Es justamente la Europa con la que soñaban los hombres y las mujeres que fundaron este proyecto, nuestros padres y madres, al término de la Segunda Guerra Mundial. Cuando crearon esta unión de personas y naciones, eran conscientes de las dolorosas consecuencias que acarrean el egoísmo y el nacionalismo exacerbado. Tenían ante sí la labor de forjar una alianza que, basada en la confianza mutua, desarrollara una fuerza común. Y a partir de aquella gran idea surgió, en algunas décadas, una comunidad singular de libertad y paz: nuestra Unión Europea.
Hoy un enemigo invisible pone a prueba los valores fundamentales de nuestra Unión. Una vez más, tenemos que confiar mutuamente entre nosotros. Una vez más, tenemos que ayudarnos unos a otros en estos difíciles momentos. Nuestra obligación y nuestra prioridad son ahora, en primera instancia, salvar las vidas y los medios de subsistencia de las europeas y los europeos. Pero llegará el día, espero que en un futuro no muy lejano, en que tendremos que mirar hacia adelante y fraguar entre todos la recuperación.
Será el momento de extraer lecciones y decidir qué Unión Europea queremos para al futuro. Y, en ese proceso, debemos evitar caer en el debate falso y estéril de si necesitamos más o menos Europa. Nuestro esfuerzo deberá centrarse más bien en determinar cómo podemos aprovechar esta tormenta para que logremos resistir mejor la próxima.
Porque nos une a todos —de norte a sur, de este a oeste— el deseo de una patria, Europa, resistente y en la que valga la pena vivir. ¡Tenemos que ser conscientes de ello! Las decisiones que estamos tomando hoy permanecerán en la memoria durante mucho tiempo. Y sentarán las bases de la Unión Europea venidera.
Nos encontramos ante una encrucijada. ¿Nos dividirá este virus definitivamente entre ricos y pobres? ¿Entre los que tienen mucho y los que no tienen nada? ¿O nos mantendremos como un continente sólido, como un interlocutor serio en la escena mundial? ¿Podremos incluso salir fortalecidos de esta situación? Ante la crisis, ¿serán nuestras comunidades capaces de unirse más, podrán nuestras democracias ganar en estimación?
Todos los gestos de ayuda, afecto y dignidad que estamos observando en toda Europa nos muestran que tenemos motivos para ser optimistas de cara al futuro. Nuestra Europa tiene en su mano todo lo necesario —y estamos dispuestos a hacer lo que haga falta— para superar esta crisis. Señorías: en los últimos días, muchos de ustedes han citado aquella frase de Jean Monnet en la que decía que Europa se forjaría en las crisis. Esta frase sigue plenamente vigente.
Pero hay una cita de otro de nuestros padres fundadores que, en mi opinión, resume también dónde nos encontramos ahora. Konrad Adenauer dijo: «La historia es la suma total de las cosas que podrían haberse evitado». Estimados amigos, la historia nos observa. Hagamos lo correcto juntos, con un corazón grande, no con veintisiete pequeños.
¡Viva Europa! Long live Europe! Vive L'Europe!

SPEECH/20/532

No hay comentarios: